
Qué buena película, y que póster tan feo. Pero, ¿A qué película de Kurosawa homenajea?
El infierno. Dirigida por Luis Estrada, 2010.
Yo no se quién dijo que El Infierno es una comedia. Y es que, aunque el más reciente largometraje de Luis Estrada ( La ley de Herodes, Un mundo maravilloso) me arrancó muchas sonrisas ("pos qué más, pos un chingón, como mi apá") y hasta una franca carcajada (ésa pinche tumba excéntrica) el tono que domina en la película es francamente deprimente, oscuro. Estamos San Miguel (N)Arcángel, un pueblo ubicado en algún lugar en el norte de México. Un lugar dominado por la mentira, el engaño y la doble moral. Donde cualquiera es capaz de vender hasta a su madre por dos pesos. Donde la única persona moralmente transparente está encarnada en la piel de un sádico matón. Un lugar, pues, dominado por el narco, como casi cualquier lugar en (ya no nada más) el norte del país. Ante tanto pesimismo, hay una pregunta, por lo menos para mi, obligada: ¿no estará exagerando Estrada?
El infierno supone la consagración de Luis Estrada como un autor con todas las de la ley, con todo y actor fetiche (Damián Alcázar). Ya podemos hablar en Luis Estrada de un estilo fácilmente reconocible. Sí, un estilo dominado por la brocha gorda y la propensión al tremendismo, pero un estilo al fin: estos dos rasgos, como cualquier otro, no son malos si uno los sabe digerir bien, y Estrada lo ha sabido hacer (a excepción, quizá, de Un mundo maravilloso, que aún así presume una de las mejores secuencias finales, de un humor negro descarnado, que se recuerde en la historia del cine mexicano). En fin, me enorgullece decir que a partir de El infierno ya podemos hablar de Luis Estrada como un autor, sobretodo si consideramos que si en el cine de González-Iñárritu se notan influencias de Kieslowski y en el de Del Toro de Romero (y Spielberg, que no se haga), en el cine de Estrada son apreciables bien digeridas influencias de Luis Alcoriza (Mecánica Nacional), Ismael Rodríguez (Los tres García, La oveja negra) y Arturo Ripstein (El lugar sin límites), sólo por nombrar algunos de los verdaderos autores del cine mexicano de cuya influencia podemos hablar, y bien, en el cine de Estrada.
Estamos, pues, en San Miguel Arcángel, hasta donde ha llegado Benjamín "El Benny" (Damián Alcázar) desde los yunaired, sin un peso en la bolsa y veinte años después de haberse ido a buscar un futuro mejor. Encuentra a su madre (Angelina Peláez) peor que antes, desamparada y literalmente en medio de la nada. Encuentra que su hermano fue asesinado siendo conocido como "El Diablo" (Tenoch Huerta). Encuentra a una cuñada emputecida (Elizabeth Cervantes) y a un sobrino (Kristian Ferrer) que en lo único que piensa es en seguir los pasos de su ajusticiado padre. Encuentra a su padrino (Salvador Sánchez) en la miseria y apenas sobreviviendo con un empobrecido taller mecánico. Encuentra que su amigo de la infancia es ahora un reconocido matón conocido como "El Cochiloco" (Joaquín Cosío, robándose la película impunemente). Encuentra a su pueblo en medio de una guerra entre el capo Don José Reyes (Ernesto Gómez Cruz) y su hermano, Pancho Reyes (otra vez Ernesto Gómez Cruz). Y encuentra que, si quiere salir adelante, no hay de otra que entrarle a las huestes de Don José Reyes, aunque sea "nomás en lo que sale algo mejor".
Decía que en El Infierno todo está dominado por la mentira, el engaño y la doble moral. Una madre que se lamenta de que su hijo le haya entrado al narco, pero que no duda en aceptar una televisión y hasta exigir el relojito y el walkman. Un padrino que reniega del crimen organizado, excepto cuando le mejoran su tallercito con dinero lavado. Una vecina (Zaide Silvia Gutiérrez, de El Norte) que reniega de la gente que le quita su dinero a un muerto para inmediatamente después ir a hacerlo ella misma. Un jefe mafioso que no muestra reparos en hablar de la unión de la familia, ni en asesinar a sangre fría a sus sobrinos. Un protagonista persignado que, a las primeras de cambio, no duda en encamarse a su cuñada ni en seguir los pasos de su "Diablo" hermano. Ante todo esto, el único asidero moral que ofrece Estrada viene encarnado en la figura de "el Cochiloco". Una persona despreciable si quieren, pero en tierra de ciegos el tuerto es rey, y el Cochiloco destaca por su honestidad: asesina a sangre fría y no tiene reservas en robarle a su narcotraficante jefe, pero el Cochiloco expone sus motivos con franqueza, sin reservas ni persignaciones de ningún tipo. El Cochiloco es, pues, un personaje fascinante, y fascinante es la interpretación de Joaquín Cosio (con el Ariel en la mano, si es que la Academia no se inclina ante Bardem y Biutiful), quien en pocos años (su debut cinematográfico fue en Matando Cabos) ha sabido hacerse presente en el ámbito cinematográfico mexicano.
Estamos, entonces, ante un film indudablemente valioso, incluso quizá necesario, pero que no está exento de fallas: a ratos, lo que es una película fuerte, briosa, se convierte en un film complaciente y autoindulgente, poco estricto. Es como si Estrada y su co-guionista, Jaime Sampietro, se pusieron a ver las noticias durante un año y quisieron meter absolutamente todo lo que vieron, para que la gente exclame "mira, como el pozolero". ¿El resultado? Una duración excesiva, 145 minutos que bien pudieron haber sido 120.
Por último, a la pregunta del primer párrafo me gustaría contestar afirmativamente, me gustaría decir que Estrada está exagerando. Pero ahí están los 72 inmigrantes de Tamaulipas, la corrupción que todos los días vemos (más notoria, pero no necesariamente más, en los pueblos chicos) y más recientemente los casos de Marisela Escobedo y Don Alejo Garza para recordarme tristemente que no, que Estrada no exagera. Y que, en una de esas, se queda corto.
Parece de ciencia ficción el pensar que en realidad sea simple y llanamente un reflejo de lo que se vive actualmente en México, es una vergüenza y más que película yo sentía que estaba escuchando en "Sálvese quien pueda" a Jacobo Zabludovsky, leyendo las políciacas (en donde la policía nunca aparece) en el períodico o viendo las noticias (cuando llegan a informar lo que paso en alguna ciudad); y creo que es más triste darnos cuenta de que ni siquiera sabemos la mitad de lo que ocurre.
ResponderEliminarA mí la película me entretuvo, no quise voltear a ver las escenas sangrientas.
Más que película, este documental mexicano, hace sentir a los ciudadanos identificados con la ola de violencia que se vive; y al parecer sí, México se hace notar cada 100 años.
Muy buena resena, solo te falto comentar la corrupcion de las autoridades, donde aqui en Mexico todavia no existe lo del testigo protegido, como en la serie colombiana "el cartel" donde se basa la serie en los "sapos" que son los que ayudan a las autoridades de la DEA a desenredar los problemas del narco en Colombia, pero volviendo a tu resena, es buena pelicula, el tiempo que dura es largo pero muy soportable...Slds.
ResponderEliminarDe acuerdo: ahorita que leo la reseña, me doy cuenta que me faltó señalar eso y otras cosas más. Y eso que quedó larga. Espero que, al igual que la película, sea larga pero soportable =P.
ResponderEliminarSaludos, y gracias por sus comentarios!